19.9.07

Jesucristo

“Cristo vive en vuestros corazones, hermanos”... entonces, ¿porqué no hacerle una entrevista? ¿Eh? El Guachín, convertido en pastor post-evangelista, encomendó su fe a semejante tarea.


“Ay, me duele el guevo izquierdo”, dijo el Guachín, en la cumbre de su lírica cristiana.

Un pastor colombiano que estaba a su lado sentenció: “Como dijo nuestro Señor Anastacio Amurrea: 'si te pica el izquierdo, rascate con la mano derecha, hermano.' El equilibrio lo es todo, hermano Marco Antonio, también llamado Guachín”.

Allí estaba nuestro ex cronista ex cumbianchero devenido en pastor colombiano luego de conocer la verdad revelada gracias a Alcides.

Hace unos días recibimos una carta suya, donde nos contó las peripecias del mundo religioso: “sí, gatu, el jesú este era un vago groso, yo quería hacerle una entrevista, porque él es la verdá y el camino, loco”.

El Guachín tuvo una revelación (y no por el Paco), y hay que respetarlo. Además, como no tenemos nadie a quien entre(no)vistar, dado que La Vieja y el Enano Groso se fueron de vacaciones al Congo, ¿qué mejor idea, amigos y amigos nuestros y nuestras, que adentrarse en las locuras del Guachín, siempre tan compenetrado en...? Ok, vamos a la historia.

El primer día religioso del ex rey de la cumbia drogona se la pasó leyendo la Biblia. Era una versión en historieta, pero bueno... se la aprendió de memoria.

“Me gusta la parte que lo crucifican al guacho me gusta”, nos dijo en su carta. “Los dibujo son re grosos, parece una de yuarseneger”.

El segundo día, mientras dormitaba en su cama en un templo, tuvo una revelación: tenía que conocer a Cristo, que vive en todos nuestros corazones, como todo el mundo sabe.

Así que el Guachín se sentó en la cama, prendió un faso, aspiró una línea, tomó un ácido, y se sentó a esperar que el Mesías se le apareciera. Estuvo dos minutos en el más absoluto silencio hasta que escucho una voz lejana, sutil, apenas perceptible, que le decía: “Holaaaa”. Groso, ¿no? No.

Después de ese conmovedor “hola”, pasaron otros dos minutos hasta que una extraña presencia lo extasió: era el teletubbie amarillo. Bailando con alegría, saludando, lo miró al Guachín, y el Guachín sintió en lo más profundo de su corazón que estaba ante el Cristo.

Una lágrima acompañó las siguientes palabras del cumbianchero religioso: “eh, pero vo parecés un teletubbie, yo pensé que eran satánicos esos guachos, pero ahora veo que era todo una maniobra, gatu... son los falsos profeta loco, seee, loco, yo te amo Jesú, yo te amo casi más que al paco, loco.”

El teletubbie seguía danzando.

El Guachín se desnudó, y con sus miembros viriles bamboleantes, bailó junto al adorable muñeco amarillo, que a veces tiraba un “hoaaaa” revelador, iluminado, profundo, estúpido...

Entre tanto gozo cristiano, el Guachín dudó. Sí, todo hombre de fe tiene sus dudas. Y preguntó, extasiado: “Oh, mi amado mesías, dime: ¿es la muerte sólo el traspaso de nuestra alma al más allá, al camino del Señor; o es acaso todo lo que hay carne podrida en suelo infértil? Dime, oh Padre”.

“Hoaaaaaaaaa”, respondió el teletubbie-cristo.

Fuerte.

El Guachín ahora anda convencido que tuvo una revelación y quiere escribir su propio evangelio. Lamentable.

Pedimos públicos disculpas a todas las religiones del mundo por los delirios de nuestro cronista. Y confirmamos que los teletubbies son satánicos. y ni hablar de Barney o los Power Rangers.

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