7.12.07

La renuncia de Chumpete

Tremendas, terribles, espantosas, asfixiantes, horripilantes, paupérrimas noticias tenemos para darles: se nos fue Toti Chumpete. No, no murió: renunció. Dolor.


A usted, señora Lita de Lázari, nuestro Enano Groso, neoliberal máximo de este universo lleno de piojosos obreros, la hace máxima responsable de la renuncia del ilustre Toti Chumpete.

En nuestra anterior entre(no)vista, pudimos recuperar al señor Chumpete pero un nuevo fracaso tumbó su carrera en Lauweb de una vez y para siempre. El mismo Mariano Bondiola derramó una lágrima. El Guachín le aulló a la luna en medio del bosque chaqueño. La Vieja dijo en silencio: “Toti, tú has sido mi amor, no hay Kevin Federline que valga; cuando mi dorima murió y quedé viuda, tú me has consolado. Oh, sí. No te olvidaré. Pasá por ventanilla que te pagamos tu último miserable cheque y no pidas indemnización ni nada por el estilo”.

Cuando el Enano Groso se enteró de la determinación de Toti Chumpete, se subió al 60, mató al conductor, se sentó a conducir y pisó a dos o tres viejas que cruzaban la calle.

Se fue hasta Escobar, se metió en una casa, tuvo cautiva a toda una familia (siempre con la ayuda de los samurais asesinos), y luego, mientras defecaba en el baño, con la mirada en el piso, dijo: “Toti Chumpete, yo nunca te conocí en persona, nunca tomé un whisky con vos, pero si te llego a cruzar alguna vez te embadurno el upite, te siento en la punta del Obelisco, para después pasearte en cuatro patas por la Plaza de Mayo al grito de: 'acá está, este es, el culpable de que suba el tomate y el zapallo anco', después te ato frente a la Catedral y hago que, uno por uno, todos los granaderos te metan por la garganta sus sables... y eso para empezar”.

Emotivo, ¿no?

Sólo Martín y Leonardo, los púberes pasantes de este medio, se comunicaron con Toti Chumpete para expresarle solidaridad. “Sí, boludo, aguante el consumismo”, dijeron. “Ah, no, el comunismo, boludo”, se corrigieron al instante. A lo que Toti les contestó, vía messenger: “Mi tolerancia tiene un límite, y ese límite se llama La Virgen de Lujan. Yo he visto la luz, yo he mirado más allá, yo... yo... yo he conseguido otro laburo donde me garpan más y no hay un Enano estúpido con samurais represores que nos mandan al fracaso continuo. Y además, he descubierto al Señor... al Señor kiosquero de la vuelta de mi casa, que me consiguió un laburito atendiendo el puesto de chipá y churros.”

“¿Pero porqué renunciaste, boludo?”, preguntó Martín (o Leonardo). “Se los acabo de decir, ignorantes borregos. ¿Están escuchando, oh amables estudiantes, o le están dando duro y parejo a la matraca?”.

“No, te re escuchamos, boludo, pero no nos queda claro, o sea... ¿porqué te bas, boludo?”.

“Primero, 'vas' es con V corta. Segundo, llamen a Susana que por ahí se ganan un televisor o una plancha. Sí, estoy siendo irónico”.

Esas fueron las últimas palabras del célebre cronista, cuasi artífice de esta sección. Hoy no hay entrevista, no hay nada: sólo silencio. Vacío. Con papas al horno. Dolor. Chorizo. Pancho con papitas. Eso hay. Nada más. Se nos fue Chumpete. El futuro de esta sección tambalea. Temor.

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