7.12.07

Luciana Salazar (segunda parte)

Luciana Salazar tuvo buenas intenciones, pero nuestros periodistas Martín y Leonardo no pudieron dominar sus hormonas y le tocaron los pechos.


“Nene, salí del baño que hace dos horas y media que estoy esperando para bañarme”, le dijo la madre de Martín a Martín, quien estaba dándole duro y parejo a la manopla, liberando hormonas para poder llevar a cabo la entrevista a Luciana Salazar sin tocarle una teta.

Leonardo, en cambio, fue mucho más... ¿cómo decirlo? ¿Intimista? El muchacho tiene prohibido quedarse más de cinco minutos en el baño, y mucho menos llevar una revista a ese recinto del demonio. Por lo tanto, juntó lo ahorrado durante cinco años y se fue hasta un telo. Solo, obvio. Allí se metió en el jacuzzi, lo llenó espuma, después se pegó un baño en la ducha romana, se acostó en la cama, abrió un preservativo, lo infló e hizo un globito, prendió el canal porno y le dio duro y parejo al viejo arte de la masturbación.

Sí, digámoslo con todas las letras, porque los jóvenes de hoy también se masturban. No todo es PlayStation y rocanrol. También existe la paja. Tratemos este tema, que tanto nos preocupa a los latinoamericanos.

A pesar de los denodados esfuerzos que hicieron Martín y Leonardo para no tocarle un pecho a Luciana, las cosas no terminaron lo que se dice bien. Más bien terminaron mal. Más mal que bien, o sea bien para el culo. Todo mal. No, no todo. Pero... bueno, continuemos con nuestro relato.

La entrevista estaba pactada a las 12.35 de la noche, en un bar en Palermo Harlem, donde Luciana prácticamente vive. No, en realidad vive en su departamento. Pero en ese bar parece que la chica tiene su tongo, y bueno... son cosas que no nos competen.

Justamente en eso pero sin el “com” ni la “n” final, venían pensando Martín y Leonardo cuando llegaron al bar. Luciana tenía un escote profundo que literalmente asustó a Leonardo, al punto de casi salir corriendo del lugar para ir de nuevo al telo y dedicarle una.

Por suerte, Martín tuvo un momento de madurez y lo frenó. “No, boludo, tenemos que crecer, boludo, no todo es sexo, boludo”, dijo. “También existe La Renga, que es una pasión, boludo”. Luciana los miró y le dijo a su manager: “¿quiénes son estos dos pendejos pajeros?”. “Ma' pendeja pajera será vo'”, dijo Leonardo, con toda la furia del mundo. Empezaron mal. Luciana estuvo a punto de levantarse e irse... a buscar un patovica para que los cagara a palos. “Boludo, esto a Rolando Graña no le pasa”, comentó Martín, y luego agregó: “señorita Luciana, nosotros no queremos faltarle el respeto, ocurre que somos vírgenes en el ámbito de la entrevista... y en otras ámbitos también. Si usted quiere hacernos el favor de brindarnos un buen debut... en el periodismo, no nos malinterprete.” A Leonardo casi le agarra un paro cardíaco: su amigo Martín había hablado mucho sin decir “boludo” ni una vez. Groso.

Luciana aceptó las disculpas, y Leonardo peló el machete. Primera pregunta: “¿es verdad que te gusta el sexo anal?”. Martín tuvo una erección. Luciana respondió: “sí, me encanta, sobre todo que me lo hagan los chicos con granos en la cara y que sean aspirantes a periodistas”. Y Martín no aguantó. Se paró (ejem), tiró la mesa al carajo, y con la lengua afuera se le abalanzó a la Salazar y le tocó el pecho izquierdo. Leonardo aprovechó la volteada y le pudo tocar el derecho.

El manager se puso como loco: sacó el celular y llamó directamente al Enano Groso, mientras unos patovicas agarraban de las cejas a Martín y Leonardo y les depilan los pendejos con una cuchara de acero inoxidable.

El Enano Groso, al enterarse del atropello cometido por sus pichones de periodista, llamó directamente a los padres de los muchachos y les dijo: “queridos padres, tutores o encargados: no quiero volver a sus hijos nunca más. Estoy dispuesto a pagarles una mudanza a ellos y a toda su familia, e incluso a cambiarles los nombres, con tal que no molesten más mis perspectivas triunfalistas. Si llegan aparecer en un diámetro menor a los 4000 metros de mi oficina, los mando a castrar por mis samurais. Desde ya, muchas gracias por su atención. Muy atentamente, Enano Groso, rey del Universo y alrededores”.

Y sí, la triste verdad asoma: ya perdimos a Toti Chumpete, mandamos al Guachín a la selva chaqueña, y ahora se nos van Martín y Leonardo. ¿Quedará alguien para fin de año? Temor.

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