7.12.07

Lita de Lazari

Volvió el que sabe. Sí, recuperamos a Toti Chumpete. Alegría, alegría. Y para que entrara en calor lo mandamos a una misión cuasi imposible: entrevistar a Lita de Lázari.


Y un día el Enano Groso lo llamó al Guachín y le dijo: “Nos encontramos en el bosque chaqueño”. Y el Guachín respondió: “¿dónde queda eso, gatu?”. A lo que el Enano respondió: “no se haga problema, oh empleado en negro: nosotros mismos lo llevaremos en helicóptero”. A lo que Marco Antonio respondió: “uh, re pintó”. Así fue que el Guachín llegó al Impenetrable y fue abandonado a su suerte.

“Uno menos”, dijo el Enano cuando se enteró que el plan para deshacerse del ex cumbianchero estaba concluido. “Ahora tenemos que traer de vuelta a Toti Chumpete”.

La búsqueda fue ardua: no quedó bar ni telo sin revisar. Cuando finalmente lo encontramos en tercer cordón del conurbano, Toti sentenció en plan existencial: “oh, amada tierra, amado barro, dime cómo hacer para levantarme cual ave Fénix, cual gato Felix, cual Tweety escabiado, para volver a trabajar. Sí, necesito trabajar. El hombre que no trabaja se transforma en un animal. Yo he visto el infierno y he vuelto para contarlo. Oh, oh, oh, soy el gran Toti Chumpete, vine para resurgir de las cenizas. Guarda la tosca.”

El mismísimo Enano Groso junto a nuestra jefa y editora La Vieja lo recibieron a Toti. “Todo muy lindo”, dijo esssssta, “pero ahora tienes que trabajar y por eso tu primer entrevista será a la distinguidísima señora Lita de Lázari. Sí, porque la papa y el tomate están muy caros.”

Toti se clavó una berlinesa y se fue sin chistar a cumplir con su deber. Era otro hombre, había descendido al infierno y había vuelto para contarlo... sí, ya sabemos: eso lo acaba de decir el mismo Chumpete en la frase de arriba. Pero bueno, lo cierto es que estuvo en el infierno y volvió para contarlo.

Como dijimos, estuvo en el infierno. Y volvió. Para contarlo. Además, era otro hombre. En realidad no, era el mismo: Toti Chumpete. Pero estaba cambiado: la experiencia infernal se notaba en su rostro cuajado por el dolor.

Antes de cumplir con su deber se fue caminando hasta Luján. ¿El Toti es creyente? No: en realidad no tenía un peso para el bondi y tuvo que ir caminando para cobrar una deuda. En el camino a Luján se cruzó con Lita.

Sí, no nos pregunten cómo... bah, sí, pregunten, porque sino no podemos seguir. ¿Listo? ¿Preguntaron? Bueno, la cuestión es que a la mitad del camino el Toti se nos cansó y empezó a hacer dedo. ¿Y quién paró para llevarlo? No, Lita de Lázari no. Lo llevó un camionero que intentó violarlo y no pudo. No pudo porque Toti se ofreció solito a tener sexo. En fin, el hombre (o sea, Toti) está confundido. Recuerden que estuvo en el infierno y volvió para contarlo. De hecho, dentro de unos meses saldrá a la venta el libro de Chumpete intitulado: “Estuve en el infierno y volví: para contarlo”. La cuestión es que después de tener relaciones sexuales con un camionero, Toti fue arrojado violentamente desde el vehículo por esssste. Compungido, tirado en medio de la ruta, Toti vio una imagen acercándose desde el horizonte: era Lita.

Las palabras de Chumpete fueron las siguientes: “oh, señora Lita, a la cual tanto he estado buscando en mi corazón, ven a mí y concédeme una entrevista”. A lo que Lita respondió, bañada en lágrimas: “¿Y vos quién sos, pibe?”. El Toti respondió: “Soy Toti Chumpete, el hombre que fue al infierno y volvió para contarlo. Usted ha venido a rescatarme, señora: no existen las casualidad, sólo las causalidades. Y el Pato Donald, que también existe.”

“No”, respondió Lita, “el Pato Donald son los padres. Y yo estoy acá por otras razones: me dijeron que hay una verdulería muy barata en la zona”. Y la señora menemista se fue, al grito de “¡que vuelva el que sabe!”, dejándolo solo a Chumpete, desangrándose.

Nuestro recuperado periodista (el que fue al infierno) miró al cielo (y volvió para contarlo) y exclamó: “oooooooooh, dame un laburito, Señor, yo sé que Tú existes... bah, en realidad no lo sé, pero estoy acá más solo que perro malo y no tengo nadie a quién hablarle. Por favor, el periodismo no es lo mío, yo quiero tener un maxikiosko, una remisería, algo así. Por favor, Señor, si es que existes dame una señal ahora”.

En ese preciso momento una luz se vislumbró en el camino: era el camionero violador que volvía a buscarlo al Toti para pintarle los labios y llevarlo a vivir en un rancho en Catamarca. Temor.

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