7.7.07

Kim Jong-li

Paz y amor, loco. Nosotros deseamos profundamente que la gente se quiera. Por eso fuimos a visitar a Kim Jong-li, presidente de Corea del Norte, para pedirle que no joda con las bombitas.


Todos conocemos a Jorgito Bush (por desgracia). Todos lo escuchamos hablar alguna vez y sabemos lo que piensa... Bah, en realidad sabemos que no piensa. Pero ése es otro tema. La cuestión es que, mal que mal, lo conocemos. Sin embargo, nunca tuvimos la oportunidad de conocerlo a Kim. Lo vemos por la tele y parece un petisito bastante guachín, con unos anteojos gigantes y esas bombas atómicas rodeándolo. Nos da un poco de miedito ver esos desfiles militares re tipo nazi, gordi, y más si escuchamos la voz de Andrés Repetto de fondo repitiendo hasta el cansancio: “estamos en la tercera guerra mundial”.

Nosotros no nos conformamos con la versión oficial de los hechos (léase: TN, Clarín, Olé, la Para Ti). No, nosotros queremos la verdad, queremos salir de la ignorancia y conocerlo profundamente a Kim Jong-li, presidente de Corea del Norte. Sí, lo admitimos: somos unos humanistas incurables, creemos en la bondad de las personas, y queremos una entrevista para que los argentinos y el mundo entero sepan que Kim no es tan malo como parece, que... Bueno, toda esta introducción tan pomposa tiene una razón de ser: la entrevista nunca se concretó y tememos que la tercera guerra mundial se desate por nuestra culpa.

Hace ya bastante tiempo, la producción de Lauweb se puso a investigar sobre Kim. Nos enteramos que Corea del Norte era comunista. ¡Joya! “Ponéte el disfraz del Che”, le dijimos a Toti Chumpete, nuestro habitual columnista. La base estaba. Pero, claro, no podíamos ir en moto hasta allá como el Che, porque Corea queda muy lejos y en el medio hay un océano.

Brainstorming en la redacción para encontrarle una solución a este problema. “¡Pongámosle alas a la moto!”, dijo uno. “¡Que Toti vaya nadando!”, afirmó otro que le tenía bronca a Chumpete. “¡Inventemos la entrevista!”, gritó un profesional de larga data. Ninguna idea nos convencía. Decidimos hacer un recreo para despejar la mente y algunos de nosotros bajamos a comprar unas bebidas...

Bebidas... comida... galletitas... ¡Claro! ¡En Buenos Aires está lleno de supermercados coreanos! Esa era la llave para llegar a Kim. Le preguntamos a la cajera de un super (de nombre "Te achuramos la morcilla") si podíamos hablar con el jefe. “Doconshincuenta”, nos repetía. “No, no, con el jefe, je-fe”. “No, no haber... doconshincuenta”, dijo la cajera. “Con el más capo de todos, el yakuza... ¿quién es el que maneja los hilos?”.

Así estuvimos una media hora aproximadamente, hasta que un coreano de traje negro se acercó y en perfecto castellano nos preguntó: “¿A quién buscan los señores?”. “Queremos hablar con Kim Jong-li”, dijimos. “Necesitamos la contraseña”, nos desafió el señor de traje. Nos miramos, lo miramos, nos miramos, lo miramos, pensamos: “¿Qué contraseña? Acá hay algo oscuro. Tenemos que inventar algo, debe ser alguna palabra en chino o japonés o ruso o... no, no, tan obvios no van a ser... ok, ok, ¡ya sé, ya sé!”.

"¡Juan Alberto Badia!”, dijimos a coro.

“Ok, pasen”, afirmó el coreano, y nos llevó a un depósito en el fondo del supermercado.

Allí, rodeado de miles de gaseosas y galletitas Don Satur, estaba Kim Jong-li. Posta. Estaba en el supermercadito de la vuelta y nosotros rompiéndonos la cabeza para ir a Corea. Eso sí, había un pequeño detalle: este Kim se llamaba Kim Jong-li, usaba anteojos y era muy parecido, pero no era el presidente real-real. Lo que sí, era un capo de los supermercados coreanos y logramos sacarle un canje de publicidad por agua mineral.

Una duda que nos quedó flotando cuando volvimos a la redacción es: ¿qué tenía que ver Badía con los coreanos como para que usen su nombre de contraseña? Lo llamamos a nuestro amigo Juan Alberto y se lo preguntamos.

“Es que yo soy muy groso en Corea”, nos respondió.

Obvio.

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