15.7.07

Tierra Santa

Nosotros no descansamos ni siquiera en Pascuas, y mandamos a LaVieja y al Guachín nada menos que a Tierra Santa. No, a Israel no: al parque temático, en la Costanera Norte.


Por el chivo, estamos esperando entradas gratis o algo así. Se lo decimos a la gente del parque temático Tierra Santa. Y si no… ¡les quemamos todo, carajo! ¡Vamos a convertir ese lugar en el Infierno! ¡Jua, jua, jua! Perdón por el exabrupto. Continuemos. O mejor dicho, empecemos.

En la calle no hay nadie, ni los perros andan; en el Subte sólo viajan los borrachos; el 60 ni siquiera larga humo negro; los negocios están cerrados, incluso los maxikioskos y los supermercados coreanos. Y todo por qué: porque se murió Jesús y resucitó. Una pavada.

Sin embargo, en este día desolado, acá estamos nosotros, como soldados incansables del periodismo-verdad, siempre listos como un Boy Scout, cansados pero jamás rendidos.

Sí, acá estamos, por amor a nuestra profesión… y porque el Enano Groso (nuestro jefe) y sus samuráis (la fuerza armada de la represión) nos obligan. Principalmente porque nos obligan, sino estaríamos ahora tirados en la cama, con la babita cayendo sobre la almohada y la panza al aire.

Pero no. Acá estamos. La realidad no descansa. Y ya que estamos en Semana Santa, decidimos enviar a nuestros dos cronistas estrellas a conocer el lugar donde nació todo, aquel lugar donde Nuestro Señor fue crucificado y luego resucitó.

Sí, mandamos a La Vieja (nuestra nonagenaria secretaria gruñona) y al Guachín (flamante cronista cumbianchero) a Tierra Santa. Aaaaaaaa, uuuuuuuuuuh, aaaaaaaaaaaaah (sí, eso es música sacra).

A La Vieja se le escapó un lagrimón cuando le comunicamos su nueva misión periodística. Ella recordó que su fallecido esposo era devoto creyente del Gauchito Gil, y que siempre quiso conocer Israel... Pero lo más lejos que había llegado era a tomarse un bondi hasta la calle Estado de Israel.

Envuelta en emoción, nuestra emérita secretaria… bueno, no tardó en cambiar su sensibilidad religiosa en extrema furia infernal cuando le confesamos que, en realidad, iba a ir hasta la Costanera Norte nomás, a conocer el Parque Temático “Tierra Santa”. Y que, para colmo, la iba a acompañar el Guachín. Temor.

En un esfuerzo inconmensurable de producción, le pagamos un taxi. Salió quince pesos. Un dineral. A todo esto, el Guachín estaba contentísimo, saltaba en una pata, mientras decía: “eh, loco, pintó la alegría… es un parque de diversiones, gatuuuuu… al fin algo groso, loco… sí, loco… venden birra, ¿no?”.

Lean bien: “estaba” contentísimo. Claro, porque cuando llegó y se encontró con que el Parque Temático era religioso y no había ni montaña rusa ni nada, sólo un tipo crucificado, bueno… también se enfureció.

Y con todo el odio del Demonio dentro de sí, comenzó a destrozar el mismísimo Monte Sinaí. “Que venga el guacho ese de Moisé’, que le parto la jeta”, gritaba desencajado.

(N. del E.: Aclaramos que las opiniones de nuestros cronista no responden necesariamente a la línea editorial de Lauweb; no empiecen a acusarnos de antisemitas ni nada por el estilo; en todo caso, el ignorante es el Guachín).

Luego de romperle un botellazo en la cabeza al tipo que hacía de Cristo en la Crucifixión, nuestro cronista cumbianchero terminó preso. Como siempre.

Por suerte, La Vieja guardó compostura y se dedicó a visitar todo el Parque, mientras meditaba sobre el futuro de la Humanidad.

He aquí su breve y contundente informe: “Dios ha muerto. ¡Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo podremos consolarnos, asesinos entre los asesinos? Lo más sagrado y poderoso que poseía hasta ahora el mundo se ha desangrado bajo nuestros cuchillos. ¿Quién nos lavará esa sangre? ¿Con qué agua podremos purificarnos? ¿Qué ritos expiatorios, qué juegos sagrados tendremos que inventar? ¿No es la grandeza de este acto demasiado grande para nosotros? ¿No tendremos que volvernos nosotros mismos dioses para parecer dignos de ella?”.

Nos sonaba a algo este fragmento, pero no pudimos recordar bien a qué. Quizás a un tema de Pancho y la Sonora Colorada.

Y así terminamos nuestra nota de la fecha, con un consejo muy profundo: no coman carne. Y menos todavía vino con sandía.

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