12.7.07

Nazarena Vélez

“Y a las palmas, a las palmas, las manos arriba de todos los pibes”. Llegó el día del debut de nuestro nuevo cronista: Marco “el Guachín” Antonio. Y lo mandamos con Nazarena Vélez.


“Eeeeeeeh, gato, ¿queré' peleá'? Dale, gato, vení que no te la bancá' solo”.

Con esas inspiradas palabras terminó la primera entre(no)vista de nuestro nuevo cronista, Marco “el Guachín” Antonio, que la semana pasada presentamos en sociedad.

El objetivo que le dimos al pichón de periodista y ex cuambianchero fue entrevistar a Nazarena Vélez. ¿Por qué? Bueno, las razones son obvias. En uno de nuestros habituales e intensos “brainstormings” pensamos que Naza era la entrevistada ideal por ser la ex de un cumbiamba como Daniel Agostini.

El razonamiento fue el siguiente: Guachín = Cumbia = Nazarena Vélez = Daniel Agostini = Cumbia = Guachín. Brillante.

Lo consultamos al Guachín y aceptó. “Sí, loco, todo bien, loco, que no pinte el bardo, loco, yo le doy con ganas, loco, a la Nazarena, la guacha esa”, fueron sus textuales palabras.

Y partió el Guachín en su Ford Falcon tuneado, con un escape de aluminio del tamaño de un elefante y con la cumbia bien al palo.

Sonaban algunos temas de su ex banda, “Los Culiados”, mientras Marco le iba gritando cosas a las chicas: piropos del calibre de “qué lindo lugar pa' dormir la siesta, mamasa” o “con ese caquero los soretes deben ser de oro”, y demás espantos que no pensamos reproducir.

En fin, llegó a la casa de Nazarena Vélez y la esperó afuera. Estuvo dos horas y pico estacionado porque (obvio) no tenía ninguna cita. Como la afamada actriz y cantante no salía de su hogar en San Isidro, el Guachín comenzó a tocar bocina y a gritar “eh, reventada, dale, salí de la guarida”.

Y pasó lo que tenía que pasar: al toque llegó la policía y lo encanaron a nuestro cronista. Claro que Marco Antonio no se dejó esposar tan fácil y ahí nomás pegó el grito: “Eeeeeeeh, gato, ¿queré' peleá'? Dale, gato, vení que no te la bancá' solo”.

La causa fue caratulada como: “Falta de respeto a la autoridad, intento de secuestro, posesión de armas y drogas para consumo personal, y robo a un maxi kiosko”.

Resignados por no poder encontrar a un periodista tan responsable como nuestro querido Chumpete, decidimos abandonar al Guachín a su suerte y tratar de hacer entrevistas laborales nuevamente. Pero nuestra secretaria la Vieja nos soprendió nuevamente, y una tarde lluviosa rompió en llanto: “yo soy una persona mayor, que ha pasado por grandes sufrimientos en esta perra vida, y sé reconocer cuando veo a una buena persona; diré más: a un visionario; diré más: a un gran poeta. Sí, me refiero al señor Marco Antonio, que ustedes despectivamente llaman el Guachín, cuando en realidad es el hijo literario de un Neruda, de un Walt Whitman, de un Shakespeare, de un Pablo Lescano. Escuchen a esta pobre viejecita, que tantos años ha trabajado en esta empresa, y por favor paguen la fianza y liberen a Marco Antonio.”

Conmovidos por estas palabras, le pedimos plata a La Vieja y la mandamos a buscarlo. Le vamos a dar otra oportunidad. Sí, para que vean cuán humanos somos.


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