Susana Giménez (segunda parte)
Seguimos con las aventuras del Guachín y su banda de cumbiamba por las callecitas de Miami, buscando a la diva de la televisión… y también al sexo, la droga y… la droga.
Recordemos lo ocurrido en el episodio anterior de nuestra entre(no)vista… No, mejor lean la nota ustedes solos. ¡Qué tanto!
La cuestión es que el Guachín, nuestro flamante cronista estrella, se fue con su banda de cumbia hacia Miami, para entrevistar a Susana Giménez. Pero, claro, no sabíamos que la diva estaba en Barrio Parque, tomándose un té con leche y mojando la pizza fría.
Pero bueno… el Guachín ya estaba en Miami, y la verdad que se le complicó… no, la entrevista no: se le complicó subsistir. Porque se gastó todos los ahorros y hasta tuvo que vender su órgano cumbianchero para pagarse el pasaje.
Cuando llegó con su banda al país del Norte, se dieron cuenta que no tenían nada para comer ni nada para fumar. Puestos en semejante aprieto, tuvieron que salir a tocar por los bares.
Al principio, fue un fracaso: todos los echaban a escobazos sin siquiera escucharlos, y si los escuchaban directamente los rajaban a escopetazos. “Loco, Miyami no está preparado pa’ nuestro arte, gatooo”, decía el Guachín tratando de consolar a sus compañeros, sedientos de éxito… bah, sedientos de birra y hambrientos de superpancho.
Hasta que una mañana, que seguramente quedará en la historia, Marco “Guachín” Antonio tuvo su momento de inspiración, y sentado en la calle, pidiendo una monedita, le compuso una canción a esa ciudad tan lejana y extraña que es Miami.
Fue un momento luminoso, pleno de poesía, que derivó en un clásico instantáneo, una viñeta social y amorosa sobre el destierro. La letra dice así (obviamente, es una cumbia):
“Ciudad lejana / oh, sitio cálido y frío a la vez / pido a tu sol que me dé cobijo / a mí y a todos mis hijos // Sendero que me lleva al mañana / que me envuelve y compromete / oh, amor, ¡hacéme un pete! / quiero robar una masikiosko / ¡pero acá no hay masikioskooooo! / oh, temor, oh, gato / vení que parto / te parto al diome / y cuando veo a los yanquis no me conmuevo / todos me chupan un huevooooo”.
Francamente conmovedor.
Fue esta canción la que llevó al Guachín y sus guachines a la fama. Sí, así como lo leen. Ese mismo día de la composición, a la noche lograron meterse a la fuerza en un boliche de mala muerte, y el éxito fue instantáneo.
Al otro día, el dueño del lugar le declaró a la prensa de Miami: “nunca había escuchado algo así… tan desastroso. Pero a la gente le gustó, y a mí me conviene”.
El éxito fue enorme, masivo… por dos días. Después los rajaron de EE.UU. porque los pescaron con droga encima. Claro, lo primero que hicieron con unos pesos encima fue comprarse una buena dosis de revitalizantes. Y cuando decimos revitalizantes queremos decir drogas. Todo tipo de drogas.
Y así volvieron deportados a la Argentina. Quisieron imponer el tema dedicado a Miami en nuestro país, pero no resultó: era demasiada poesía para una cumbia villera.
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